Aunque ahora nos parezca remoto, hubo un tiempo previo a los bancos de semillas y los derechos de autor. Los híbridos a los que hoy catalogamos como variedades clásicas existían tan solo en el mundo de las ideas. Del mismo modo que la pieza de mármol contiene en su interior a la escultura, las plantas de marihuana eran variedades puras, autóctonas de México, Colombia, Afganistán, Tailandia, India… esperando a ser hibridadas por la primera generación de cultivadores.
Fue en los 80 cuando la Skunk y las primeras variedades comerciales de cannabis, como la Northern Lights o la Haze, empezaron a labrarse una reputación entre productores y consumidores. En los 90, la OG Kush se adueñó de las calles de California, lo mismo que la Sour Diesel en Nueva York. Se convirtieron en marcas: el aroma, el sabor, la potencia… Los nuevos híbridos tenían sus propias señas y un gran impacto comercial. Desde entonces, la competencia no ha hecho más que aumentar. En el mercado legal actual del cannabis, el impacto de las variedades es más fuerte que nunca. Internet está plagado de sitios web donde se catalogan, comparan y venden variedades; y aflora una necesidad de decidir qué pertenece a quién, y de determinar qué es nuevo en una industria que ha permanecido en la sombra durante tanto tiempo.
Prácticamente todas las industrias dependen de patentes y derechos de autor. Sin embargo, debido al singular contexto legal del cannabis, todo el trabajo hecho no ha podido ser registrado como propiedad intelectual. Existen miles de variedades que legalmente no pertenecen a nadie. Desde hace décadas, los creadores de genéticas observan impasibles cómo otras marcas utilizan sus genéticas para desarrollar nuevas variedades (o incluso para reproducirlas y venderlas bajo el mismo nombre comercial).
Ahora, que la situación legal va cambiando progresivamente y que cada vez más farmacéuticas empiezan a centrar su atención en el cannabis; ahora, las grandes corporativas ven en el cannabis una industria legal multimillonaria; y ante esta situación de desamparo empiezan a surgir preguntas: ¿Es posible obtener derechos de autor de genéticas cannábicas? Y, en cualquier caso ¿sería esto positivo?
Patentes vegetales: Situación actual
El estado actual de la protección de la propiedad intelectual del cannabis, o mejor dicho, la falta de este, es un hecho histórico raro. Holanda, que ya en los 70 reguló la venta de marihuana (en locales autorizados), otorgó el primer registro de patente para una variedad de cannabis en 1996; y Medisinis, un clon femenino de Skunk que había sido seleccionado para un programa nacional de marihuana medicinal, fue registrado ante el gobierno holandés. Sin embargo, en el resto del mundo poca cosa se ha hecho hasta hoy para proteger genéticas.
En España el registro de derechos de autor no tiene precedentes por lo que a cannabis se refiere, y la situación es de desamparo total para los cultivadores. El caso es que se pueden obtener patentes para cualquier invención nueva que implique actividad inventiva y sea susceptible de aplicación industrial. Sin embargo, no se puede conceder una patente que se refiera a una variedad particular de una planta o a procedimientos biológicos; lo que significa que las variedades obtenidas por cruce y selección no pueden ser patentadas. La única forma de proteger una variedad son los Derechos de obtención vegetal, los cuales pueden solicitarse para variedades nuevas, distintas, homogéneas y estables. Pero la situación legal del cannabis descarta, por el momento, cualquier avance en este ámbito y, sea como sea, esto tiene pinta de ser una guerra que solo podrá lucharse en los laboratorios.
En USA el panorama es algo más esperanzador, sobre todo en aquellos estados donde la marihuana medicinal es legal. La teoría dice que los derechos de autor pueden otorgarse a variedades nuevas, útiles y no obvias. Esto significa que la cepa debe presentar alguna novedad que sea útil respecto a lo que ya existe, por ejemplo, ser altamente resistente a enfermedades o tener un alto contenido en CBD. Además, la nueva variedad debe haber sido reestructurada significativamente desde el punto de vista genético, tanto como para que pueda considerarse que ha habido intervención humana en su desarrollo. Por eso sería relativamente sencillo obtener derechos de autor de una variedad de “marihuana transgénica”, mientras que resultaría prácticamente imposible registrar como marcas el nombre de las variedades de marihuana que todos conocemos.
El primer precedente lo sentó un laboratorio de Colorado, cuando en 2015 la oficina de Patentes y Marcas Comerciales de los EUA otorgó la primera patente de plantas sobre cannabis. La variedad patentada presentaba un perfil único de terpenos y de quimiotipos cannabinoides específicos. Desde entonces, hay varias aplicaciones abiertas en la base de datos del gobierno. El mayor problema, más allá de los resquicios legales, es que las solicitudes de patentes de este tipo son tan caras como lentas. Por lo que los pequeños breeders se encuentran en clara desventaja frente a las grandes compañías.
Filosofía Cannábica VS corporativismo
En tanto que el mercado cannábico legal se presenta como una industria multimillonaria, el valor intelectual de las variedades se hace cada vez más evidente. Los breeders que por razones legales habían permanecido en un estado de semi-anonimato, han visto cómo esta nueva situación de seguridad parcial llenaba las arcas de sus sucesores.
Evidentemente, cuando otras compañías empiezan a reproducir tus líneas genéticas sin tener que rendir cuentas con nadie, la cosa empieza a ponerse fea. Sin embargo, el interés en proteger genéticas no es puramente económico. Los breeders reclaman un reconocimiento, así como la capacidad de poder seguir trabajando con sus propias líneas sin que otros obtengan el control legal de sus genéticas.
Son muchos los que se muestran reticentes a vetar y mercantilizar sus trabajos. La filosofía cannábica siempre se ha movido por otros lares. Pues todo breeder es consciente de que para crear algo nuevo debe partir, por lo menos, de dos variedades anteriores; y que las variedades que hoy conocemos no existirían si las genéticas anteriores no hubieran sido compartidas. A estas alturas de la película, es imposible determinar qué es nuevo o a quién pertenece qué.
Pero hay que ser realistas, el mercado va a regularse tarde o temprano y, si los breeders no apuestan por las patentes, dejan la puerta abierta para que los intereses corporativos les pasen por encima: perderán su propiedad intelectual y quedarán excluidos de la industria.
Futuro Próximo de los derechos de autor del cannabis
Parece ser que el futuro más inmediato pasa por la documentación genética. En USA ya hay empresas que se dedican a ello. Es el caso de Phylos Bioscience, en Portalnd, un laboratorio genético que trabaja para desentrañar la historia evolutiva del cannabis, propiciar una industria viable y proteger la diversidad de variedades. A partir de una muestra enviada realizan pruebas de identidad genética, identifican la planta, su sexo y sus características; rastrean sus orígenes y muestran qué relación tiene con otras variedades.
Este tipo de análisis puede ser muy útil tanto para consumidores como para productores. Para los primeros es crucial para saber qué se está comprando y qué se está consumiendo exactamente. Para los breeders puede convertirse en una forma válida para proteger sus variedades, documentarlas y asegurarse de que nadie más pueda patentar sus plantas, ya que todos los datos registrados pasan a ser de dominio público. Toda esa gente que trabaja para lograr variedades interesantes, únicas o de interés medicinal puede certificar genéticamente sus plantas, sin tener que entrar en luchas de patentes ni vetar su uso a las próximas generaciones de breeders.
Conclusiones: Derechos de autor
Por muy a favor o en contra que estemos, la inmersión de grandes empresas en el mercado cannábico ya es una realidad. Por un lado, estas empresas pueden jugar un rol muy importante en el proceso de desestigmatización de la marihuana; por otro, los pequeños productores pueden ser susceptibles de quedar fuera del mercado.
¿Es bueno para la evolución de la industria del cannabis? La polémica está servida. La tradición, la explotación industrial, la calidad del producto, el beneficio de los del consumidores o pacientes, la regulación… Son muchos los factores que hay que poner en la balanza. El proceso va a ser duro y controvertido. Mientras tanto, breeders del mundo, protegeros lo mejor que podáis.
Fuentes:
The curious case of cannabis intellectual property
Cannabis strain patents: opportunity-risk
Cambio de rumbo en la patentabilidad de plantas y animales
También puede interesarte leer otros post:
La verdad es que àtentar una genética no es una tarea fácil, entre otras cosas porque entiendo que partiste de una semillas que debían ser de un banco de semillas, lo que hace que sea imposible que puedas patentar tu trabajo, porque partía del trabajo de otro. Aún y que no fuera así, y que hubieras partido de una genética 100% tuya ( de viajes por el mundo en los que hubieras recolectado semillas de genéticas landrace no comercializadas) tampoco sería tarea fácil ya que tendrías que hacer estudios genéticos de tu variedad lo que se antoja complicado y caro... MUY CARO. Si quieres patentar algo, como mucho podrás registrar el nombre, y tampoco te aseguras que no venga nadie y te lo copie (como prueba de ello la cantidad de semillas en el mercado con el mismo nombre hechas por gente distinta).
Un saludo
LLevo tiempo informándome de este tema, y sin conclusiones. La patente de semillas va por otros cauces distintos a las patentes de trabajos cientificos similares. Pero si nos ceñimos a la ley, técnicamente da igual de donde hayas sacado la semilla con la que has trabajado si no está patentada. Y aunque lo estuviera, si mejora la variedad puedes patentar.
En lo que se regula o no este tema, está claro que lo único que se puede hacer es acopio de pruebas para poder demostrar en su día la propiedad intelectual.
Lo de Phylos es un bait. Te dicen que publicando en su BBDD el resultado de los análisis te sirve para reclamar la propiedad de la planta. Pero eso no es cierto, no hay nada detrás que de un mínimo de validez legal, ni TSAs ni firmas electrónicas. Jugando un poco con su BBDD se ve enseguida la cantidad de clones que hay, y le asignan el nombre al que lo presenta. Prueba a buscar Juanita la lagrimosa, a ver quién sale como titular.
En fín, estas cosas solo entorpecen más.
Sé de buena tinta que van a hacer un estudio integral, genoma, fenoma y ancestralidad, a nivel europeo, y que empiezan por España.
Los análisis van a ser gratuitos, o casi. Tu mandas tus semillas, sacan el perfil genético, los niveles de THC y demás, y a la BBDD. Y poco a poco van cumplimentando el puzzle. Lo interesante es que todo el proceso queda certificado con validez judicial. Yo presento mi variedad y los análisis me dicen si es única o un clon, y legalmente me certifican que eso lo presenté yo tal día a tal hora. Si en un futuro esto se legaliza y la mayor empresa farmaceutica del mundo se pone a comercializar mi variedad o la patenta, saco los informes y me voy a juicio tranquilamente, porque voy a ganar, mis certificados estàn avalados por las leye europeas. Y nada de gastarse la pasta en abogados, te lo cubre la empresa.
Oye Sant Yerbasi, me interesaría ponerme en contacto contigo. Me das un toque al email? Gracias